Aplicar el método Montessori en casa no consiste en comprar caros juguetes de madera, ni en poner una cama estilo tipi en el suelo. El primer paso para aplicar el método en nuestros hogares es entender que Montessori, más allá de una pedagogía o un método educativo, es una filosofía de vida que exige un cambio en nuestra manera de mirar al niño y percibir la infancia.
¿Cuál tiene que ser mi comportamiento como adulto?
- Dedicaremos tiempo a observar al niño o la niña y buscar explicaciones a su conducta. Conocer en qué momento madurativo se encuentra, qué intereses tiene en ese momento, cuándo necesita comer o dormir, qué situaciones le generan malestar, entre otras cosas, va a favorecer una convivencia tranquila.
- Recordaremos que el adulto también tiene derechos y necesidades, que no podemos ceder a los caprichos del niño o la niña sino utilizar nuestra experiencia, conocimientos y criterio para tomar decisiones que favorezcan a su bienestar. El respeto mutuo es la base de un apego seguro.
- Eres el espejo en el que tu hijo o hija se refleja, compórtate como quieres que él o ella se comporte. Habla bien a tu pareja, sé educado cuando entres a un comercio, di gracias, pide perdón, lee libros en su presencia, acuéstate pronto, come verduras…
¿Cómo me relaciono con el niño o la niña?
- Emplearemos un vocabulario correcto, rico y variado al dirigirme al niño o la niña, evitando los diminutivos y las onomatopeyas. Le hablaremos mirándole a los ojos, relataremos sucesos, ofreceremos explicaciones detalladas y haremos preguntas.
- Entenderemos que el niño o la niña es un ser individual con necesidades y voluntad propias, que necesita que tengamos en cuenta su opinión y su criterio. Le ofreceremos la posibilidad de elegir entre 2 cosas siempre que sea posible.
- Validaremos las emociones del niño o la niña, acompañándole y preguntándole sobre ellas. Por ejemplo, si se cae y se pone a llorar, evitaremos decir “no pasa nada” porque es evidente que le pasa algo, sino no lloraría. En su lugar le podemos decir “veo que te has hecho daño, ¿cómo puedo hacerte sentir mejor?”.
- No intervenir de inmediato cuando el niño o la niña reclama nuestra ayuda o cuando percibimos que tiene dificultad para completar una tarea. Podemos acercarnos, observar, preguntar y alentarle a seguir intentándolo. Como decía María Montessori, “cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo”,
- Evitaremos el halago continuo ya que crea dependencia hacia la aprobación del adulto, en lugar de satisfacción por el propio trabajo. Evitaremos los premios, en especial los relacionados con tecnología, afecto o comida.
- No castigar, pegar o insultar. Esto no significa que dejemos al niño o la niña hacer lo que quiera, como en la vida, las acciones deben tener consecuencias. Lo importante es que la consecuencia esté directamente relacionada con la acción. Por ejemplo, si el niño o la niña estira del pelo a la mascota reiteradamente le explicaremos que vamos sacar a la mascota al jardín un rato y que no va a poder seguir jugando con ella porque le ha hecho daño.
¿Cómo nos organizamos en casa?
- Estableceremos límites claros, fáciles de comprender, coherentes y realistas, basadas en el sentido común. Si el niño o la niña es mayor de 3 años estas normas pueden discutirse y acordarse en común. Las normas que establezcamos deben cumplirse por todos los miembros de la familia, especialmente los adultos.
- Presentaremos los límites de manera positiva, explicando lo que sí se puede hacer en lugar de lo que no. Por ejemplo, si mi hijo o hija se sube a la mesa puedo decirle que la mesa se utiliza para comer, no para escalar, y le puedo invitar a utilizar el arco Pikler en su lugar.
- Fijaremos una rutina y un horario adaptado a las necesidades fisiológicas de nuestro hijo o hija, no a nuestras preferencias como adultos. Intentaremos no variar esta rutina, tampoco los fines de semana, ya que seguir un mismo orden y horario da seguridad al niño o la niña.
- Permitiremos al niño o la niña colaborar en las tareas del hogar y del cuidado de sí mismos. Haciéndoles partícipes les transmitimos dos mensajes muy importantes para su desarrollo: que son válidos y que confiamos en ellos. Algunas de las tareas en las que pueden participar, según su edad, son:
- De 1 a 2 años: ponerse y quitarse los zapatos, dejar la ropa sucia en el cesto, meter y sacar la ropa en la lavadora, regar las plantas, poner la comida a la mascota y lavarse las manos.
- De 2 a 3 años: tender la ropa, emparejar calcetines, cepillarse los dientes, vaciar el lavavajillas, vestirse y desvestirse con ayuda, servirse agua, poner y quitar la mesa y preparar snacks sencillos.
- De 3 a 4 años: preparar la mochila para la escuela, lavar platos, barrer hojas secas, doblar la ropa y pasar el aspirador.
- Permitiremos al niño o la niña explorar el hogar. En lugar de llenar la casa de pestillos y seguros es preferible dejarles abrir cajones ya que una vez los exploren y conozcan lo que hay en su interior lo normal es que dejen de tener interés por ellos. Si hay algo peligroso basta con colocarlo en los armarios más altos.
- Adaptaremos nuestro hogar al niño o la niña, dispondremos de muebles a su altura con sus pertenencias para favorecer su autonomía o taburetes cuando esto no sea posible. Es preferible diferenciar zonas dentro del hogar, habilitando un espacio para el juego, otro para comer, otro para dormir y otro para el aseo personal. Disponer de espacios claramente diferenciados nos ayudará a que el niño o la niña identifique lo que va a suceder, aportándole calma. También nos ayudará a la hora de recoger y mantener el orden.